domingo, 8 de marzo de 2009

VENEZUELA, DEMOCRACIA y MINORIAS

En los últimos 10 años he oído hasta el cansancio que en Venezuela, la mayoría habla a través del voto y que la minoría no tiene más que obedecer, las mayorías según los que gobiernan Venezuela son el pueblo, el resto, los que no están de acuerdo con ellos, son los oligarcas, las minorías por tanto son simplemente el enemigo y al enemigo “ni agua”.
Esta forma de pensar sobre la democracia, el poder de las mayorías y la forma de tomar en cuenta las minorías me llevó a pensar que luego del último evento electoral del 15 de febrero de 2009, se hacía necesario reflexionar sobre este tema que dejado de lado por el gobierno y sus seguidores y poco explotado por la oposición y sus intereses particulares, adquiere una gran importancia si vemos los números que nos presenta el CNE al realizar el escrutinio final de los votos y los porcentajes alcanzados por cada tendencia.
En efecto, oficialmente el CNE dio a conocer como números finales que un 54,85% de los votos emitidos fue a favor del “SI”, un 45,15% fue a favor del “NO” y que esto corresponde a un total de 11.710.740 votantes y votos, de una población electoral activa de 16.652.179 votantes, lo que establece además una abstención del 29,67%. Ahora bien, estos números no nos hablan del total de los venezolanos, nos hablan de los votantes quienes con su voto representan a esa totalidad y toman decisiones por ellos. Si analizamos esos números bajo la perspectiva del total de habitantes del país que está cercano a los 28 millones y aplicamos los mismos porcentajes electorales obtenidos podernos ver algunas cosas interesantes.
En efecto, dividamos a Venezuela en función de esas mayorías obtenidas, eso nos daría lo siguiente:
1) Aplicando el porcentaje de abstención al total de la población, tendríamos que 8.307.600 venezolanos no opinaron y por tanto no estarían ni a favor n i en contra de ninguna tendencia.
2) Restándole al total de la población 28 millones, el número de los que no opinaron, tendríamos que 19.692.400 venezolanos opinaron a través de sus representativos y esto a su vez nos da otro número interesante, ya que si aplicamos los porcentajes de votantes del sí y del no a este número, tendíamos que 10.801.281 venezolanos deberían estar de acuerdo con la enmienda y por tanto con Chávez, pero a su vez 8.891.119 venezolanos están contra Chávez y su gestión.
Con estos números en frente, sin duda alguien razonaría que es igualmente la mayoría y que cualquier análisis al respecto sobra, pero de verdad no es así, puesto que en un país que tiene 28 millones de habitantes cerca de 11 millones no llega a ser el 50% de la población, es más seria a duras penas un 39% de la población y por tanto, sería apenas ese 39% la “mayoría que impone su voluntad sobre el restante 61% de los Venezolanos, que opinaron “no” o que no opinaron.
Este juego de números es interesante pero no es el objetivo de este artículo; regresando a los números gruesos, tenemos cerca de 10.801.281de venezolanos que podrían estar de acuerdo con Chávez, una primera minoría que serian los contrarios a Chávez que estarían cerca de 8.891.119 y una segunda minoría de los que no participan en política o no opinan de aproximadamente 8.307.600. Sumadas las dos minorías, serian mucho más que la “mayoría, con lo que estos conceptos de mayorías y minorías podrían relativizarse mucho.
Uno de los principales errores que se comete es pensar que el estado democrático es sólo una expresión de las mayorías dejando de lado que la verdadera democracia surge cuando las razones y posturas de las minorías siempre tienen derecho a ser discutidas sin que se produzcan posturas simplistas o reduccionistas que conviertan a la regla de las mayorías en una fórmula de absolutismo con la cual entrar más en el autoritarismo y la imposición que en la verdadera democracia. Las minorías tienen derecho a que se les oiga y a que sus posturas sean tomadas en cuenta por las mayorías, tienen derecho a que los órganos jurisdiccionales les protejan en sus pretensiones, tienen derecho a que el sistema electoral les proteja y les permita una participación limpia y justa en los procesos electorales.
El actual proceso político venezolano ha sido calificado por muchos como “Democrático”, basándose en el hecho de que en los últimos 10 años Chávez ha convocado gran cantidad de procesos electorales y refrendarios, esto como un supuesto mecanismo de participación; lo que no toman en cuenta quienes dan tal calificativo de “democrático” al proceso político venezolano, es que Chávez, el PSUV y todos los partidos políticos que componen en chavismo creen ser los titulares de la soberanía popular, ya que al obtener una mayoría de votos, hacen aparecer tal mayoría como la única voluntad del pueblo, asumiendo así que la soberanía planteada en el artículo 6 de la Constitución Venezolana, es sólo y únicamente la voluntad de sus correligionarios, obviando al resto del país que, o les adversa o simplemente no se pronuncia.
El problema del proceso político venezolano es pues, que los encargados de regular dicho proceso y de asegurar que las minorías puedan ser oídas, se han centrado sólo en el formalismo de quién saca un voto más, dejando de lado una de las reglas más importantes de la democracia: “El respeto a las minorías”.
Sé que alguien va a decir que la Constitución Venezolana de 1999 reconoce y defiende los derechos de las minorías, eso podría ser realmente cierto y muy importante para el proceso político venezolano, de no ser por el hecho cierto de que los Chavistas no reconocen más minorías que las étnicas, religiosas o de naturaleza sexual, dejando fuera de esta connotación y protección de minorías a sus opositores políticos, a quienes lejos de reconocer como el adversario político y por tanto el equilibrio del sistema, les trata como enemigos, les niega participación y les acusa constantemente de desestabilizar o intentar un golpe de estado cuando tales minorías se enfrentan con las armas de la democracia al partido de gobierno y a su líder Hugo Chávez. En todo caso, esto sería objeto de un análisis más extenso en otro artículo.
Para concluir, quiero transcribir parte de un texto escrito sin ninguna relación con el proceso venezolano, escrito con fines académicos, pero que describe teóricamente tan bien la situación venezolana que parecería haberse escrito para ella: “Uno de los rasgos señores de los Estados autoritarios, sean del signo que sean, es la ausencia de pluralismo político. En ellos todo gira en torno a un partido único que se incorpora a la estructura jurídica estatal como un órgano constitucional más. Esta identidad Estado-partido conduce no solo a una reducción de los derechos de las minorías, sino a su misma desaparición, ya que, al coincidir el indirizzo constitucional y el indirizzo del Gobierno, cualquier clase de oposición es vista como una contestación al propio estado y no a la política desarrollada por el partido en el poder. Toda minoría está condenada a convertirse en disidencia por su enfrentamiento a un Estado poseedor de la verdad… …la acción opositora en los estados totalitarios tendrá fundamentalmente un carácter extra y antisistema, provocado por un doble rechazo: el de la Constitución a todo movimiento político distinto al partido oficial y el de las fuerzas políticas no dominantes a una forma de estado que requieren suprimir, puesto que, más allá de la discrepancia de detalle en cuestiones concretas de gobierno, no aceptan las propias reglas del juego ni los supuestos sociales, políticos e ideológicos que le sirven de fundamento. De este modo de abandona dentro del Estado la dialéctica Gobierno-oposición, propia de los ordenamientos liberales-democráticos, para entrar en la excluyente contraposición amigo-enemigo, característica de los ordenamientos autoritarios”. (Requejo Paloma; DEMOCRACIA PARLAMENTARIA Y PRINCIPIO MINORITARIO, Editorial Ariel S.A., Barcelona, feb. 2000, pág. 30)

1 comentario:

  1. Estimado Julio:
    Muy acertado es tu pensamiento y lo comparto plenamente. Sin embargo, la única forma de cambiar el estado actual de la cosas, es justamente con las herramientas que nos da la propia democracia, creando la conciencia entre los que no participan en los procesos electorales, que son justamente ellos los que tienen el poder de transformar la realidad que no los representa. Evidentemente esto se vuelve cuesta arriba cuando desde el propio gobierno-estado buscan los mecanismos para impedir que las minorías políticas puedan difundir sus posturas. Basta para ello, ver lo sucedido con RCTV en Mayo de 2007.
    Estimado amigo, mantenga la fe en Dios que todos los régimens totalitario que se pretenden poseedores de la verdad absoluta fracasan.
    Nicolás Ovalle Rivera

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